Vecino de la Barceloneta, e hijo de estibador, triunfó en míticos programas de televisión antes hacer reír a bordo
por Guillem Ortu
El hombre del cajón del programa Un, Dos, Tres, el mayordomo de la serie Aquí No Hay Quien Viva, el presentador del concurso Taxi, Taxi. Son solo algunos de los muchos personajes que han catapultado al cómico, actor y presentador Joan Domínguez al estrellato desde la década de los noventa. Sin embargo, ni el reconocimiento profesional y la satisfacción personal que suponen el éxito y la fama son comparables al amor por una hija y la oportunidad de verla crecer y, sobre todo, de criarla. A Joan, esta opción vital no le llegó de la mano de la televisión, el teatro o los monólogos en grandes salas, sino de los barcos de crucero.
Nacido en el barrio de la Barceloneta, cerca de donde su padre ejercía como estibador, la buena relación de este humorista con el mar se empezó a forjar desde que era un niño. Dicha conexión ha resistido al paso del tiempo, a pesar de una estancia de varios años en Madrid y una innumerable cantidad de viajes por todo el mundo. Actualmente, Joan disfruta del agua salada que baña las playas de Vilassar de Mar, a escasos kilómetros de su ciudad natal.
“A nivel profesional, creo que mi trayectoria ha sido como yo: lenta pero ascendente”
A priori, y por mucho amor que se le tenga al mar, cuando uno piensa en un profesional del humor no suele hacerlo ubicándolo sobre el escenario de un barco de crucero. Programas y series de entretenimiento, además de los principales teatros de las grandes ciudades, son el hábitat por excelencia para la figura del cómico. En ese ecosistema se movió durante años Joan, a quien Chicho Ibáñez Serrador, director del programa ‘Un, Dos, Tres’ de TVE, le cambió la vida en 1993: “Chicho me sacó de actuar en pequeñas salas del ‘barrio chino’ de Barcelona para ponerme delante de cuatro millones de personas”, explica el humorista.
Aunque el salto súbito, quizás prematuro, a la fama cogió por sorpresa a un joven Joan Domínguez reconvertido en el Hombre del cajón, un personaje de aquel mítico programa, este fue solo el primer paso en una carrera repleta de castings y actuaciones. “A nivel profesional, creo que mi trayectoria ha sido como yo: lenta pero ascendente”, afirma Joan, quien a partir de entonces también participó en la quinta temporada de una serie de la talla de ‘Aquí No Hay Quien Viva’, encarnando al mayordomo Moisés.
“Gracias a mi trabajo he podido tener el tiempo como para crear un vínculo con mi hija que pocos padres tienen la oportunidad de crear”
La exposición y el reconocimiento mediático pueden ser tan tentadores como adictivos, pero el nacimiento de su hija Lucía llevaría a un Joan consolidado dentro del circuito de la televisión a plantearse un cambio de aires. Fue durante esa etapa, hace 16 años, cuando el grupo Iberocruceros, de la mano de Alfredo Serrano, le brindó la oportunidad de compaginar su carrera profesional con su vida familiar. ¿La clave? Presentar sus monólogos en barcos de crucero, enlazando el final de un viaje con el principio de otro, para después disponer de la libertad y el tiempo suficiente como para estar en casa con su hija durante semanas. “Gracias a mi trabajo he podido tener el tiempo como para crear un vínculo con mi hija que muy pocos padres tienen la oportunidad de crear”, explica orgulloso. “Ha sido un lujo y un tesoro por el que nunca estaré suficientemente agradecido”, concluye.
Los pasajeros de los cruceros no son un público fácil
Si bien es cierto que existe una predisposición del crucerista a pasarlo bien, según Joan, la fama de “público fácil” que tienen se aleja mucho de la realidad: “Es un público que depende de matices pequeños tan sutiles como si la gente está cansada porque han hecho una excursión, si han comido, si están un poco indispuestos. De fácil, nada”, afirma el cómico. Por este motivo, resulta indispensable contar con un buen repertorio dentro de los monólogos y ser capaz de innovar e improvisar: “Me gusta mucho incorporar cosas nuevas para hacer que el público se identifique. Hablar de las excursiones, del que se ha perdido, del que llega tarde… La gente tiene que ver que hay una renovación constante”, añade.
“Incluso en los momentos más chungos, durante la pandemia, los cruceros no me han fallado nunca”
La gratitud de los pasajeros y el reconocimiento obtenido por su labor a bordo han llevado a Joan a mantenerse al pie del cañón durante más de una década, viajando en los navíos de Iberocruceros, Costa y Royal Caribbean: “Los momentos más entrañables que he vivido han sido cuando ha venido gente a decirme el bien que les había hecho ver mi espectáculo porque llevaban meses sin reír”, recuerda con cariño. Asimismo, ha vivido situaciones tan insólitas como un barco de crucero esperándolo exclusivamente a él para zarpar desde el puerto de Dubrovnik, después de que su vuelo se hubiese retrasado.
A diferencia de la televisión, el apoyo incondicional por parte de las principales navieras no se ha visto mermado, siquiera, por situaciones tan complicadas como la llegada del coronavirus: “Incluso en los momentos difíciles, durante la pandemia, los cruceros no me han fallado nunca”, agradece. Por estas razones, los cruceros “son siempre la prioridad” para Joan, a quien la experiencia y disciplina adquiridas con los años le permiten conseguir la credibilidad necesaria en su profesión. Una profesión cuyo objetivo primordial hoy en día sigue siendo, como él bien dice, el de “disfrutar haciendo disfrutar”.
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